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¨Al Camarada Stalin¨ - Parte 2

  • fnmendoz
  • 16 jun 2017
  • 3 Min. de lectura

La Unión Soviética, durante muchas décadas, negó tajantemente cualquier responsabilidad frente a los hechos ocurridos en Katyn. Si bien, diversas investigaciones hechas por países del bloque capitalista coincidieron en culpar a los servicios de inteligencia soviéticos por las muertes, se prefirió evitar sacarlo en cara públicamente. En aquellos tiempos de guerra fría, era conveniente no causar provocaciones. Habían muchas armas nucleares esperando ser disparadas, y la idea, era no usarlas.


Dentro de Polonia, un manto de silencio sobre los acontecimientos prohibía a los familiares de las víctimas conseguir cualquier información con respecto al paradero de sus seres queridos. No había ninguna forma de obtener respuesta por parte de alguien. Posterior al término de la segunda guerra mundial, se implementó un régimen comunista en el país. Sobre este, la URSS poseía una enorme influencia. Por tanto, no existía la opción de que el gobierno polaco pidiera respuestas a Moscú. La versión oficial era clara: ellos no habían tenido responsabilidad alguna. Y lo habían repetido hasta el cansancio.


Eso cambia en el 1990, cuando Mikhail Gorbachov, reconoce públicamente la responsabilidad del estado soviético en la masacre, permitiendo la apertura de algunos archivos secretos que confirman la culpabilidad del propio Stalin y sus colaboradores. En los años siguientes, nunca se pudo cerciorar porque finalmente se decide fusilar a aquellos 22,000 polacos. Una hipótesis sugiere que Stalin quiso hacer desaparecer a los militares más experimentados del país, de forma de debilitarlo. Así, se evitaría en que se convirtiera en un enemigo potente en el futuro.


Las revelaciones conmocionaron a la sociedad polaca. La confirmación de la masacre de millares de sus compatriotas fue una realidad difícil de digerir para muchos, en especial, aquellos que vieron desaparecer a seres importantes en sus vidas. Sobre todo, después de vivir agotadores años sin información, ni ningún tipo de aclaración por parte de nadie.


El 2010, se cumple el aniversario 70 de la masacre de Katyn. Una nutrida delegación, encabezada por el presidente de la república, su mujer, viceministros, diputados, senadores, militares de alto rango, funcionarios de organismos estatales, sacerdotes, entre otros, abordaron un avión Tupolev, de fabricación soviética, en Varsovia. El destino: Smolensk, Rusia. En las afueras de aquella ciudad, se ubica el bosque de Katyn, lugar en el que se efectuaron las matanzas.


Era un vuelo de un par de horas. Era el 10 de abril de 2010. Aquel día, había un clima deplorable. Una densa neblina, viento y lluvia, complicaron el descenso de la nave. Se propuso a los pilotos del avión aterrizar en otro lugar, pero no lo hacen. Intentan aterrizar. La visibilidad es casi inexistente. La pista, además, está rodeada de árboles. Descienden. No se dan cuenta que el avión está tan bajo. La aeronave choca contra el suelo y se desintegra. No hay sobrevivientes entre los 96 pasajeros que abordaron el vuelo.


El presidente Lech Kaczynski (2005-2010) y su mujer María.


Polonia entro en un estado de shock colectivo. La gente, consternada, se vuelca a las calles frente a las noticias que llegan de Smolensk. Muchos ciudadanos empiezan a hacer improvisados tributos, apenas unas horas de recibida la información. Algunos puntos simbólicos del país, como el palacio presidencial, se llenan de velas y flores. Sendos memoriales se organizan a lo largo del territorio.



Probablemente no hay un acontecimiento en la historia mundial, en donde se hayan muerto tantas notorias personalidades políticas de algún estado. En la siguiente lista, se nombran los cargos de algunas de las 96 víctimas. Para intentar de imaginar la magnitud del hecho, sus nombres serán reemplazados por los de sus equivalentes en Chile, el mismo día del accidente en Smolensk.


 
 
 

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