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Tobalaba - Baquedano

  • fnmendoz
  • 11 jul 2017
  • 3 Min. de lectura

Santiago, 10 de julio de 2017

18:40


Hago la combinación desde la línea 4 hacia la 1 con dirección a San Pablo. Mientras camino hacia el andén, reflexiono acerca de que tan lleno ira el tren en el cual me subiré para llegar hasta Baquedano. La hora es compleja.


Al llegar al estrecho y atestado anden, un carro vacío hace su solemne ingreso a la estación. No puedo negar que sentí una leve excitación al presenciar aquel inesperado golpe de suerte. Tampoco puedo negar, que muchos de los pasajeros que eventualmente ingresarían al tren, también la sintieron. Yo mismo pude constatarlo. Sonrisas nerviosas, mandíbulas apretadas, sobajeo de manos, entre otros actos de celebración involuntarios. Otros ciudadanos estaban tan ensimismados en sus respectivos celulares, que no se dieron cuenta de lo que pasaba.


El tren va bajando gradualmente su velocidad para detenerse por completo. La gente que viene bajando por las escaleras, aumenta considerablemente su velocidad. Supongo que la imagen de encontrar un tren vacío, en una de las horas más infernales del transporte público capitalino, causaba ansiedad en varios.


Nunca olvidare la frase que, hace unos años, una mujer de mediana edad, le dijo a otra, antes de subirse al metro.


“Yo doy la vida por el asiento, ¡por mi asiento!”


Se abren las puertas y la gente ingresa raudamente a buscar su lugar. Se diseminan rápidamente a lo largo del carro, y en menos de una fracción de segundo, los asientos están copados. Hay algunas caras de evidente decepción.


Me apoyo en contra de una puerta. El carro iba soportablemente lleno, quedando en una posición comodísima en comparación de lo que yo y mis otros compañeros de viaje habíamos enfrentado a la misma hora en otras oportunidades.


El tren inicia su marcha. Frente a mí, una joven mujer alza su celular. Conversa frenéticamente por Whatsapp, o más bien, su interlocutor, Ricardo, se desahoga frenéticamente con ella. Una seguidilla de mensajes, con una dudosa redacción, hacen entrever que existe un conflicto. Eran cuatro, cinco, seis mensajes que se manifestaban como lentas puñaladas al ego de la mujer. Ricardo, quería explicaciones, quería entender porque ella hacia lo que estaba haciendo. Quería saber porque no se daba cuenta de lo que hacía.


Estación Los Leones


Ella le responde que esta tan pero tan apretujada, que no puede escribir y responderle sus acusaciones. Lamentablemente, eso es mentira. Ella tiene espacio más que suficiente para ver su celular y tipear lo que se le dé la gana. Incluso lo podría mandar a la mierda, pero no lo hace. Sospecho que Ricardo tiene la razón.


Es más, para demostrar empíricamente que la joven podía escribir, inmediatamente después de cerrar el chat con Ricardo, se integra animadamente a la conversación de un grupo bautizado como “Las chicas súperpoderosas¨ (acompañado de una serie de emojis). Dice que el jueves esta libre para hacer algo, pero no el viernes. Cierra intempestivamente Whatsapp y abre un larguísimo excel que ofrece una exótica cantidad de perfumes a precios, según mi juicio, bastante convenientes.


Estación Pedro de Valdivia


Mientras tanto, dos hombres que estaban a mi lado izquierdo, y que no habían pronunciado palabra alguna desde el inicio de nuestro viaje en Tobalaba, comienzan una animada conversación acerca de la paternidad.


- Mi cabro es tranquilito, se porta súper bien hueón

- ¿Cuánto tiene?

- Tres meses

- ¡Tres meses! Pfffff, no sabí nada lo que te espera hueón, espérate a los seis o siete meses, ahí te quiero ver…


Estación Manuel Montt


El tren dejaba el andén de la estación bautizada tras el nombre del presidente que gobernó Chile entre el 1851 a 1861. Previo a gobernar está lejana tierra, estudió en el Instituto Nacional. Posteriormente fue inspector, vicerrector y finalmente rector del establecimiento


La mujer seguía revisando las opciones de consumo que le ofrecía su excel. Issey Miyake, Dolce & Gabanna, Carolina Herrera eran algunas de las opciones.... Se detiene en estos últimos. Hace zoom y reflexiona. En la parte superior de su pantalla, seguían apareciendo mensajes de Ricardo, quien disparaba como una metralleta en contra de su polola, supongo. Vuelve a abrir Whatsapp y rápidamente lo cierra. Retorna al excel.


Estación Salvador


Los hombres que estaban al lado mío, empezaron a criticar sutilmente a sus respectivas mujeres, gradualmente aumentando el volumen de sus voces al profundizar sus argumentos. Pero, no recuerdo con claridad sus acusaciones, porque la mujer hizo un gesto curioso. Intempestivamente llama a Ricardo. La llamada se corta. Ricardo prosigue en su filípica mientras ella decide abrir Facebook.


Estación Baquedano


Manuel Baquedano, heróe de la guerra del Pácifico, también fue presidente como el señor Montt. Pero solo, por dos días.



 
 
 

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